El sector social presenta #YoSoyTierradeAcogida

Este jueves se ha presentado en la Casa Árabe de Madrid la iniciativa #YoSoyTierraDeAcogida para sumar apoyos al manifiesto “Las personas refugiadas deben ser bienvenidas” (a través de firmas) y exigir a los representantes políticos que emprendan políticas de acogida y de respeto de los derechos humanos. La iniciativa la ha lanzado la campaña HOSPITALIDADpromovida por el conjunto de las obras sociales jesuitas en España, con motivo del 20 de junio (Día Mundial de las personas refugiadas y desplazadas). La campaña también quiere apoyar proyectos concretos de cooperación internacional que simbolizan “tierras de acogida” y reforzar una educación que prevenga el racismo y la xenofobia.

Frente al rechazo de Europa a las personas refugiadas la iniciativa ha puesto rostros y varios refugiados y solicitantes de asilo que viven en España han narrado de forma testimonial por qué abandonaron su país, cómo y cuándo llegaron y por qué decidieron venir.

La presentación ha consistido en una mesa redonda en la que han intervenido: Pedro Villena, Director de Casa Árabe; Alberto Ares SJ, Delegado del Sector Social de la Compañía de Jesús en España; Daniel Villanueva SJ, Coordinador de Cooperación Internacional de los jesuitas en España; Cristina Manzanedo, de Incidencia del Servicio a Jesuita Migrantes – España y cinco refugiados de diferentes países que viven en España.

Alberto Ares SJ ha pedido que Europa no vulnere derechos y sea tierra de acogida. Además, ha denunciado la falta de compromiso del acuerdo de 2015 de reubicar a 160.000 personas necesitadas de protección desde Grecia e Italia a otros países europeos en dos años y “el fracaso de solidaridad europea” al firmar en marzo de 2016 el acuerdo con Turquía que “vulnera los derechos humanos y el estado de derecho en Europa”.

En el transcurso de la presentación se han esbozado algunas razones para acoger a la población refugiada: Por justicia y por derecho (por el derecho de asilo, ya que el acuerdo con Turquía “se desliza peligrosamente hacia la ilegalidad”); por fidelidad a los valores europeos; por memoria a nuestra historia y porque nos ayuda, ya que economistas y demógrafos señalan que la acogida aportará beneficios a la envejecida población europea, contribuyendo además al crecimiento económico y al pago de las pensiones.

También se ha puesto énfasis en que frenar los movimientos migratorios implica trabajar en las causas. Así, Daniel Villanueva ha insistido en que debemos mirar más allá de nuestras fronteras y ser conscientes de que “hoy existen más de 60 millones de personas refugiadas y desplazadas en el mundo, es decir, casi 1 de cada 100 habitantes en el planeta es refugiado o desplazado”. También ha recordado cómo algunas situaciones coyunturales como la guerra o la inestabilidad provocan el desplazamiento masivo de personas como en países como Siria, Sudán del Sur, o República Democrática del Congo y cómo hay otras causas más globales y estructurales que las generan: el cambio climático, la pobreza y la desigualdad.

Los 60 millones obligadas a huir en el mundo, 19,5 son refugiados, 38,2 desplazados internos y 1,8 solicitantes de asilo. Las regiones en desarrollo o los países cercanos a otros en conflicto acogen al 86% de los refugiados del mundo: 12,4 millones de personas, siendo países mucho más pobres que Europa.

Cristina Manzanedo, coordinadora de Incidencia del Servicio Jesuita a Migrantes ha pedido “aumentar el apoyo a los países próximos que acogen cifras elevadas de refugiados” ya que “a estos países no llega la ayuda humanitaria en las cantidades prometidas y las condiciones de vida de las personas refugiadas allí son frecuentemente desesperadas”.

También se ha puesto de manifiesto la debilidad del sistema de asilo. Así, Manzanedo ha explicado las últimas cifras: “En 2015 se resolvieron 3000 solicitudes de asilo y de ellas sólo se concedió asilo a 1000 personas”. Aquellas personas a las que se les deniega el asilo pueden ser deportadas en cualquier momento aunque tengan motivos para no volver a su país. Este es el caso de Ana María y Natalia (nombres falsos para proteger su identidad), madre e hija centroamericanas que viven en España y a las que se les ha denegado el asilo quedando así en situación de inmigrantes irregulares.

Ana María formaba parte del Concejo Municipal, llevando el área de equidad de género. Como ha contado, “las represalias vinieron porque apoyé que fuera una mujer quien representara la próxima candidatura a las elecciones”, entonces “el alcalde hizo fuerza con las maras y empezaron amenazas concretas contra mí y mi familia en general”. Y lamenta que al llegar a España “No solicité asilo porque desconocía que había esa posibilidad. Nadie me informó ni me orientó.” Sus problemas continuaron en su país cuando su hija pequeña empezó a ser también amenazada por las maras al conocerse de quién era hija. Natalia, de 14 años, que huyó también a España, nos ha dado su testimonio: “El hombre que amenazó a mi madre era maestro donde yo estudiaba (…) Cuando averiguaron quién era mi madre me acosaba con las pandillas (…) Un día al terminar un partido me rodearon y me pidieran que fuera novio de uno de los integrantes de la pandilla o atentarían contra mi familia”. Por eso “Tuve que salir de mi país sin finalizar mis estudios” y “cuando llegué a España tuve que volver a nacer.”

Otras personas pueden llevar más de 7 años esperando la resolución de su denegación de asilo como  Juan María (nombre falso para proteger su identidad), profesor guineano residente en España. Era político en su país, Guinea Ecuatorial y fue encarcelado por oposición al régimen, que le consideraba traidor. La presión internacional, especialmente la de España, hizo que le dejaran en libertad. Tuvo que huir del país ante las amenazas a él y su familia pero a día de hoy “No he recibido ninguna respuesta al recurso que interpuse cuando se me denegó la petición de asilo”. Como ha narrado: “Vine a España por los vínculos que hay entre Guinea y España” y “mi reto aquí en España era terminar mis estudios. Pero no he podido acabarlo por las persecuciones.”

Mohannad Doughem, ingeniero y músico sirio-palestino se ha visto obligado a separarse de su familia y quedarse en España. Ahora tiene su solicitud de asilo en trámite y reside en Sevilla. Natural de Aleppo (Siria), donde daba clase en la Facultad de Ingeniería Eléctrica de la Universidad a la vez que trabajaba en una empresa francesa. “Yo tenía una vida normal en un país precioso y tranquilo. Pero empezó la guerra y vi que no había soluciones cercanas en el tiempo” nos ha contado. Por ello decidió huir: “Solo podía ir a Argelia o Malasia porque tengo nacionalidad palestina. Eso hace muy difícil que algún país me acoja o me de un visado.” En Argelia trabajó para poder sacar a toda su familia de Siria. “Tuve que organizar dos viajes peligrosos a través del mar para mi familia: mi hermano de Argelia a Italia por mar y mi familia de Turquía a Grecia también por mar.” Una vez que toda su familia estaba a salvo en Suecia, él salió rumbo a Europa, entrando en España por Melilla. Quiso viajar a Suecia pero allí me dijeron “que tenía que volver a España por el convenio de Dublín.”

Por último, Amina Al Zein, refugiada siria, debido a la guerra se vio obligada a desplazarse a Líbano. En Siria tenía una escuela, que había construido en su propia casa y que atendía a 500 alumnos y alumnas. Tuvo que huir cuando la escuela fue bombardeada. Ahora en Líbano ha continuado su trabajo educativo. Dirige la escuela Telyany del Servicio Jesuita a Refugiados en Líbano. Amina vivió cómo se murieron varios de sus alumnos niños de su escuela de Homs: “Cada vez que hablo de la escuela me pongo triste. Es un lugar en que he intentado dar educación a los niños y ahora mismo está totalmente destruido.” Para ella “reconstruir un país es algo material, pero reconstruir el futuro es algo más complejo.” Por eso continúa dedicándose a la educación en Líbano porque “para que los niños puedan volver a Siria y reconstruir su futuro, habrá que trabajar con la cultura y educarles.”

Cristina Manzanedo cerraba el acto haciendo referencia a que frente al rechazo a las personas refugiadas, frente al miedo, el racismo y la xenofobia hay que decir “¡No! En mi nombre no. Yo soy tierra de acogida”.

Firma el manifiesto aquí:

http://www.hospitalidad.es/yo-soy-tierra-de-acogida/